Manolo Hugué
Barcelona, 1872-Caldas de Montbuy, 1945
Hijo de un general del Ejército, lleva una infancia y juventud de lamentable abandono. Trabaja en diversos oficios como en la fundición o en los talleres de los imagineros Flores y Tasso, acudiendo irregularmente a los cursos de la Escuela de Bellas Artes de la Lonja. Estos años forjarían su legendaria personalidad, que corre pareja a la estima por su obra: un extraordinario tipo humano cargado de picaresca, bohemia, amargura, campechanía y humor.
Participa activamente en las tertulias de Els Quatre Gats y se hace amigo de Rusiñol, Mir, Nonell y Picasso, del que sigue los pasos trasladándose a París en 1901. Allí pasa diez años de penuria, trabajando esporádicamente en la producción de joyas con Paco Durrio. En 1910 un contrato “vitalicio” con el marchante Kahnweiler le permite marchar a Céret, junto a un heterogéneo grupo de artistas como Sunyer, Gris, Braque o Picasso. En 1912 expone en la Photo Secession Gallery de Stiglitz en Nueva York, en París y en Barcelona. En 1927, aquejado de poliartritis, fija su residencia en Caldas de Montbuy, donde compagina la escultura con la pintura.
Destacado representante del noucentisme catalán de principios del siglo XX, su obra puede resumirse como una síntesis de clasicismo y primitivismo dentro de la modernidad, tan del gusto de Antonio Ródenas.