Firmado en el glúteo derecho “J. Haro 86”
Signatura: FAR E-4
Flexionada sobre sí misma en una actitud de desesperación o sometimiento, esta figura parece pegarse al suelo, buscar el cobijo de la tierra, bajo el peso de un espacio enorme que la comprime. El dolor al que hace normalmente referencia Juan Haro es la angustia vital, el sufrimiento de la existencia, más que un dolor de origen físico. Se entronca en este sentido con el arte que surge en Europa tras la experiencia traumática de la guerra. Un mundo de utopías frustradas e ídolos caídos en el que el hombre es abandonado al terrible espectáculo de sí mismo, a la desoladora experiencia de su fragilidad.
En esta pieza todo está recogido, sometido a la ley cúbica del bloque de piedra. Como gran conocedor de la talla directa, Juan Haro parece seguir aquella recomendación de Miguel Ángel sobre la escultura: si hacemos rodar una escultura por la ladera de una montaña, lo que quede intacto al llegar abajo es lo esencial. Lo demás, accesorio y por tanto innecesario.