Firmado en el ángulo inferior izquierdo “D Vázquez Díaz”
Signatura: FAR P-77
Antonio Ródenas cita esta obra desde muy temprano en sus diarios como integrante de su incipiente colección de arte. No sabemos si incluso sería la primera en ser coleccionada, pero en ella se dan sin duda las características esenciales del concepto estético que Ródenas perfilaría a lo largo de su vida: ecos de vanguardia atemperada por un poso clásico, o la modernidad y el respeto a la gran tradición juntos de la mano; y una cierta elegancia y contención que si no eran claramente postuladas por Ródenas, sí se desprenden del conjunto de obras que atesoró.
Vázquez Díaz pudo haber pintado este apunte en su estancia en Fuenterrabía, a su regreso de París, hacia 1918. Tiene el aire de aquellos trabajos sobre paisajes norteños que constituyen una de sus etapas más interesantes. Este cuadrito posee la frescura y el brío del apunte del natural y trasciende su reducido tamaño, merced a la simplificación de los volúmenes y las luces, de claras reminiscencias post-cézanianas.
Las acertadas dosis de fondo de cartón sin pintar le otorgan, además de un tono cálido unificador, la condición de estructura abierta y de labor felizmente detenida a tiempo, antes de saturarla con la insistencia.