Firmado en el ángulo inferior derecho “A. Conejo”.
Signatura: FAR P-17
Andrés Conejo era amigo de juventud de Ródenas y se casó con una prima muy querida de éste, Clotilde Moreno. Los diarios del coleccionista apenas recogen conversaciones con el pintor, pero la relación entre ambos fue siempre muy estrecha y familiar. Los cuadros de Conejo fueron, junto a los Leemans y al Vázquez Díaz, de los primeros en entrar en la colección, que cuenta actualmente con una veintena de pinturas y tres dibujos de este pintor.
Andrés Conejo accedió a la importante renovación figurativa de la posguerra cuando estuvo en Italia, asimilando en su obra algunos de sus postulados. Sin embargo, anterior al periplo italiano de su autor, esta obra refleja el todavía entonces desolado aspecto de extrarradio de esa zona céntrica de Madrid, prácticamente invariada desde la época de Beruete. Este paisaje refleja acertadamente esa mezcla tan característica de Madrid, ya perdida, entre campo, suburbio y construcciones palaciegas, embebida de la tristeza propia de la posguerra y de unos afanes de grandeza imposible.
Esta tabla está pintada con intensidad y tiene un tratamiento infrecuente en la producción de Conejo. La untuosidad del óleo, la síntesis de planos que se produce en los árboles y casa de la parte izquierda, el cromatismo reducido a pardos y cierta “abstracción” en la pincelada, nos remiten a la pintura de vanguardia italiana de entreguerras, de la que Mario Sironi sería un buen representante, y con la que contactaría cinco años más tarde en Italia.