Firmado en el ángulo inferior derecho “B. Palencia Yuste 58”
Signatura: FAR P-44
Como en el cuadro de Aranjuez, Palencia aborda aquí el arduo tema de un paisaje muy conocido y reproducido. Y logra transmitir el empaque y ampulosidad de la residencia final del emperador Carlos, integrando el detalle arquitectónico en un personal tratamiento del paisaje.
Si bien podría ser un cuadro de encargo, posee indudables cualidades plásticas y una construcción producto de una sabia madurez.
Esta ambivalencia, entre sencillez y complejidad, hace que el cuadro vibre y se nos imponga en su inquietante rotundidad.
El amplio espacio dedicado a las hierbas del primer término y el curioso efecto logrado en el cielo lo convierte en mucho más que una vista “típica”.
Al respecto de este tipo de paisajes tan emblemáticos y tan tratados por el pintor, extraemos de las notas que Ródenas dejó sobre el pintor lo siguiente:
“Orgulloso, soberbio, engreído, hinchado de su prestigio, se lamenta “de que le piden, le piden”. “No doy abasto”, “Escoriales, eras, peñas de Ávila”. Y mientras habla, manotea. Sus brazos se alzan como las aspas de un molino hasta rozar, a veces, el penacho desordenado de sus blancos mechones. “Me solicitan, por aquí, por allá, que exponga, que presida jurados, y tengo que ceder, ¿sabes?, a regañadientes, pero tengo que ceder”. Dice no estar hecho para la vida social, pero lo cierto es que su vanidad se siente satisfecha con tantas “solicitudes”.